Está en la naturaleza humana evitar cambiar hasta que las cosas se ponen tan feas y nos sentimos tan mal que ya no podemos seguir como de costumbre. Esto es cierto tanto a nivel individual como social. Tenemos que sufrir una crisis, un trauma, una pérdida, una enfermedad o una tragedia para ponernos a analizar quién somos, qué estamos haciendo, cómo estamos viviendo, qué estamos sintiendo y en qué creemos o qué sabemos para cambiar de verdad. A menudo tiene que darse la peor situación posible para que empecemos a hacer cambios positivos para nuestra salud, relaciones, profesión, familia y futuro. Pero la pregunta es: ¿Por qué esperar a que esto ocurra? Podemos aprender y cambiar en un estado de dolor y sufrimiento, o evolucionar en un estado de felicidad e inspiración. La mayoría hacemos lo primero. Para elegir lo segundo debemos concienciarnos de que el cambio seguramente conllevará una cierta incomodidad, algunos inconvenientes, una alteración en nuestra rutina habitual y una etapa de desconocimiento. La mayoría de nosotros ya conocemos la incómoda sensación de ser novatos en algo. De pequeños pasamos por varias etapas hasta aprender a leer con fluidez. Cuando aprendíamos a tocar el violín o la batería, nuestros padres desearon con la cabeza hecha un bombo podernos mandar a una habitación insonorizada.
Conclusión: la incomodidad es parte del cambio como elección.
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Nos enseñaron a pensar de forma antinatural. Nos enseñaron una manera de mirar el mundo que está en contradicción con lo que somos.
Nos enseñaron a pensar en la competición, la lucha, la enfermedad, los recursos finitos, la maldad, la culpa, la muerte, la escasez y la pérdida. Y como empezamos a pensar en estas cosas, empezamos a conocerlas. Nos enseñaron que sacar buenas notas, ser buenos, tener dinero y hacerlo todo como es debido son cosas más importantes que el amor.
El amor no es material. Es energía. Es el sentimiento que hay en una habitación, en una situación, en una persona. El dinero no puede comprarlo.
La experiencia que de él tenemos es la de la bondad, la entrega, el perdón, la compasión, la paz, el júbilo, la aceptación, la negativa a juzgar, la unión y la intimidad.
El amor está dentro de nosotros. Es indestructible, sólo se lo puede ocultar. El mundo que conocíamos de niños sigue aún sepultado en nuestra mente.
Nuestro yo infantil es el nivel más profundo de nuestro ser. Es aquel o aquella que realmente somos, y lo que es real no desaparece.
EL AMOR SÓLO PUEDE QUEDAR OCULTO TRAS LAS NUBES O LAS NIEBLAS
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Vivir, en lugar de ser vivido. De eso se trata. Ya que el que no pueda decir no, enfermará.
Quien quiera responder siempre a todas las expectativas, pronto notará con dolor sus límites.
Ya sea en la pareja, en la profesión, en la educación; para todas las relaciones se aplica que es importante poder delimitarse.
Muchos viven más allá de sus fuerzas o sus condiciones. En algún momento se percatan de que han perdido su centro. Pero sólo quien tiene su centro podrá crecer más allá de sus propios límites.
Una y otra vez sentimos lo difícil que es a veces delimitarse correctamente, no de manera ruda y fría, sino manteniendo una buena relación con quien establecemos el límite. Y hemos notado con qué frecuencia los hombres tratan de pasar por alto o esquivar nuestros límites.
Es menester una gran claridad, consecuencia y serenidad interior para no dejarse confundir o enojarse.
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Las personas necesitan obtener información de todo lo que los rodea para tener una mínima sensación de control. El cerebro recoge pequeños datos de todo aquello que lo envuelve y va clasificando dicha información en categorías. Normalmente los juicios de valor están íntimamente asociados a nuestros valores y a nuestra personalidad.
Si tú, por ejemplo, eres una persona que ama a los animales verás de modo negativo a ese vecino al que le incomoda tropezarse con tu perro, al que evita y al que increpa cada vez que lo oye ladrar. Si en tu escala de valores no se incluye el amor por las mascotas, por ejemplo, tu juicio de valor hacia esa persona en sí será algo diferente y sin duda, más suavizado. Es decir, emitimos juicios de acuerdo a nuestros principios personales, nuestros valores y también, a una escala de emociones.
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Caer es un accidente, quedarse en el suelo es una elección
El futuro pertenece a los que creen en la belleza de sus sueños
No pares hasta que te sientas orgulloso
No limites tus desafíos, desafía tus límites
La mejor forma de predecir el futuro es crearlo
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